París.- "La moda está en un proceso de cambio dramático. Hay que reflexionar sobre cómo crecer sin agotar los recursos naturales a la vez que se comunica que no están en riesgo la salud del consumidor ni la del medio ambiente", cuenta Fériel Karoui, especialista en innovación en el Instituto Francés de la Moda.
Igualmente, el concepto de colecciones debe reformularse. "Las estaciones se alteran: los veranos se alargan y desaparecen las temperaturas 'suaves' de la primavera y el otoño con un paso repentino del calor al frío" explica César Paradinas, meteorólogo en la Fundación de Investigación del Clima.
Satisfacer a los compradores
"La población ha tomado conciencia: primero de la alimentación, después en la cosmética y a continuación la ropa," dice Karoui, que insiste en que ya no es suficiente con el "greenwashing" (lavado verde) para seducir a un comprador que se niega a elegir entre estética y ecología y quiere consumir sin problemas de conciencia.
En Suecia, uno de los países más proactivos ante la crisis climática, hay un término específico para nombrar la vergüenza que produce comprar ropa: "köpskam", que parece extenderse por Europa.
En los últimos años han surgido diferentes iniciativas que se suman a la economía circular (reducir materiales de nuevo uso y la producción de desechos), como la que defiende la Fundación de la exregatista británica Ellen MacArthur, que ha conseguido involucrar a grandes empresas.
Crear procesos de reciclaje y revalorización de tejidos a escala industrial reduciría las emisiones de gases invernadero hasta un 50 por ciento
En este sentido se han creado plataformas de compraventa de moda de segunda mano que cuentan con millones de usuarios, como Vinted o Vestiaire Collective, la cual ha colaborado recientemente con Santa Eulalia, la legendaria tienda de moda de lujo con base en Barcelona.
A pesar de todo se recicla menos del por ciento de la ropa. Crear procesos de reciclaje y revalorización de tejidos a escala industrial reduciría las emisiones de gases invernadero hasta un 50 por ciento, calculan los expertos.
Otro desafío es el consumo de agua por la industria de la moda. En la empresa estadounidense Evrnu, ingenieros en regeneración textil han conseguido transformar desechos de tejidos con algodón en nuevas fibras y reducido un 98 por ciento el agua empleada en la fabricación de vaqueros, calculada en cerca de 10 mil litros por pantalón.
Industrias como la deportiva y la moda rápida, las más fustigadas y denunciadas, comienzan a ser parte del cambio.
Junto a centros de investigación textil las marcas de moda rápida están logrando reciclar tejidos que hasta ahora no eran reciclables y que componen la mayoría de los artículos, como las mezclas de fibras y los residuos de la industria del calzado.
Igualmente los conglomerados de lujo se han marcado objetivos y estrategias para mejorar su sostenibilidad.
En el Pacto por la Moda suscrito este mes de agosto en Francia con ocasión de la reunión del G7, 32 grupos del sector de la moda y textil (entre los que se encuentran Inditex, H&M, Adidas o Kering) se comprometieron a utilizar el 100 por ciento de energías renovables en 2030 y reducir a cero sus emisiones de carbono en 2050.
Las líneas de investigación se centran también en el uso de materiales vegetales o biodegradables: zapatillas deportivas de algodón y maíz, seda y cuero veganos producidos con biotecnología y tejidos que se transforman en compost son una realidad en el mercado.
Vestir en la crisis climática
"Aparece la tendencia de los tejidos técnicos/inteligentes usados inicialmente para hacer deporte: materiales transpirables, resistentes al agua y cómodos para un clima cada vez más hostil y la contratendencia con tejidos naturales: lana, algodón, lino..." explica Karoui.
"Las prendas para la lluvia son otra tendencia, incluso en verano", dice Karoui en París. Como en toda Europa del Norte, en la capital francesa lloverá cada vez más, al contrario de lo previsto en el Mediterráneo donde las zonas desérticas serán más extensas.
Las olas de calor serán más frecuentes e intensas, en cambio las de frío no. ¿Quién quiere comprar un abrigo gris de lana en septiembre con 21ºC y recién acabada una ola de calor? Hasta el momento la falta de previsión en el sector textil ha conducido a una caída de las ventas.